Les relataré una historia del pasado, escondida en el baúl de la ponzoña femenina.
Era el año 1998, un imberbe Chondo de 18 años realizaba práctica curricular, en un estudio de reputación más dudosa que puta de San Camilo. La letanía resultaba insuficiente para que pasaran rápido las horas.
Sintonizo FM, programa “Víctor y Victoria”. Tomo teléfono y llamo:
- V.V: Hola Chondo, dinos tu edad, descríbete.
- CHONDIN: Tengo 18 inviernos, estudiante, simpático… Busco una aventura con mujer madura, mi número es el XXXXXX.
Al cabo de 10 minutos ya había recibido más de 4 llamadas. Pero hubo una hembra que capturó lo más animal de mis deseos. Quedamos de juntarnos en plaza Maipú un sábado tan plácido, como costa del norte.
Nos juntamos. Reconocí su chaleco rojo, jeans con calce vaquero, cabello rubio teñido. Su silueta evidenciaban sus 35 años bien conservados. Honestamente, no era una mujer a la cual uno se da vuelta a mirar, pero era linda… En resumen, más de lo que yo esperaba. Conversamos toda la tarde, caminando por la histórica Maipú.
Ya era tarde y estaba lejos de casa, de modo que nos despedimos:
MUJER MADURA: Pucha que fome… ¿No me vas a dar un besito?
CHONDIN: Muac, slurp… Muac, muac… Uy, que rico besas… ¿No te molesta mi edad?
M.M.: Para nada, ya sé las cosas que quiero a esta edad… Te quiero a ti.
CH: Oye, me tengo que ir… ¿Nos vemos nuevamente?
M.M.: Claro… ¿Pasado mañana, te invito a almorzar?
CH: Ya, que rico, cuídate…
Tomé la 404. Mi mente iba a 1000, mi sangre circulaba al revés y luego me repetía cada torpeza que había cometido por mi falta de experiencia.
Para el almuerzo compré un vino. Toqué el timbre y me recibe su hijo pequeño (¡mierda!, pensé)… Almorzamos charquicán como familia (ja ja ja… igual freak). Justo antes del postre, viene una vecina a llevarse al hijo de mi madurita. En la sobremesa entendí que mi inexperiencia había transformado la velada en un brutal aburrimiento.
Ella más experta, me dice que tiene sueño. Que si quiero, suba con ella a ver Televisión o que me quede abajo escuchando música. Pero tan weón yo no era, la seguí y luego nos acostamos… Ella blufeó sueño, con los ojos cerrados la besé eternamente.
Comencé a pasear mi lengua por su cuello, clavícula, labios. Notaba como su respiración se agitaba… Lentamente bajé su polerita, hasta que mi lengua pudiera recorrer sus meloncitos medianos y aun firmes. Lentamente, las rutas elípticas de mi boca se aproximaban a sus ya duros y oscuros pezones. Finalmente los degusté a voluntad.
De pronto siento sus dientes clavarse en mi cuello, y en menos de dos segundos me sacó la remera, besando y comiéndose mis tetillas.
Introduje mi lengua en su orejita, sacándole quejidos guturales. Ella murmullaba barbaridades, mientras yo la despojaba de su pantalón y con mucha ternura, besé y seduje a su experimentada vulva. Probé sabores y sentí palpitaciones cuya existencia desconocía, hasta que humedeció mi rostro con el tibio roció de su orgasmo.
Luego me acostó, comenzando un memorable oral. Me sentí como un jugo Kapo brutalmente bebido. Luego la tomé en brazos y la estrellé contra la muralla. Cansados, nos seguimos besando por largo rato.
Luego nos fuimos a bañar. Ella preparó la tina, me sumergí hasta el ombligo y en un movimiento sorpresivo, se engulló a Chondito de un solo bocado. Se puso arriba, dándome la espalda… Mientras me cabalgaba, podía ver las olitas que producía su colita, al entrar y salir del agua. Otro orgasmo, nuevos besos y a secarse.
Lo extraño fue que como a la media hora llegó su marido con el hijo, yo estaba literalmente cagado de miedo. Ella me presentó como primo lejano. Antes de irme, le pedí permiso para ocupar el baño, ella subió detrás de mí y escondidos en la pieza, me besó un par de veces y me regaló una última chupadita Express.
La historia es larga y el desenlace es tétrico, pero será para otro día.
No tengo mucha experiencia en este tipo de relatos, pero dando la lata se aprende, jaja.
