Reporte Blacks.
Las personas somos en esencia, carne, pellejo, un poco de alma y pizca de razón.
Con ese capital llegamos al mundo, y en algún momento de nuestras vidas, nos damos cuenta del regocijo que el cuerpo otorga. Algunos hacen de su cuerpo un negocio lucrativo, y no dudan en invertir lukas para adornarlo como arbolito de pascua.
Tanto es el sexualismo, que no vacilamos en seducir un cuerpo ajeno para exhibirlo y degustarlo, aunque sea pagando… Olvidando que es justamente lo que no se ve, lo que nos puede llevar al fracaso o al éxito.
La humildad es fiel compañera, y su riqueza no está en el resultado obtenido, sino que en la tolerancia y capacidad de dejar de lado la crítica y maravillarse con lo que las personas llevamos por dentro, más que por fuera.
Por eso me sorprendí gratamente, cuándo en la Galería Alessandri recibo una invitación a degustar un cafecito en el Blacks ya que al entrar me encuentro nada menos que con la señorita Marjo. Poseedora de una belleza muy particular y natural, sin aplicaciones de bisturí de ningún tipo. Dueña de una tez blanquita pero sabrosa, con rasgos exóticos comandados por sus ojos que al sonreír se “achinan” un poquito.
Es delgadita pero no se ve frágil, sus curvas son delicadas y su presencia invade el metro cuadrado para atender muy bien al califa. Buena colita y lindos pechos… Todo natural.
Sin embargo, lo que más me agrada de ella es su ímpetu y temperamento, a medida que la conversación avanza, adivino y me causa gracia lo difícil que le resulta contener sus arrebatos y lo sabroso que le resultan las copuchas. Es cierto que la turgencia de sus senos es protagónica, pero a los segundos de “hablamiento”, importa más el empuje de sus locuras verbales.
Hay varias chicas, casi todas muuuy ricas, pero también mucha silicona. A eso apelaba en la introducción. Sin embargo resulta perturbador el tremendo cuero de la chica de la barra del medio, y es imposible dejar de mirar como un psicópata, cada vez que una señorita sube o baja la escalera.
El local es ordenadito y limpio, posee una buena carta de bebestibles muy correctamente preparados, y hasta “sanguchitos” le lleva. Pero como en este tipo de locales si puedo ser exigente, eché de menos el intenso pero poco amargo café árabe.
Me pareció ver un lindo curita.
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