Volvemos a casa cargados por una parte con el peso emocional de los conflictos
laborales, económicos, de estricto compromiso y, paralelamente, con el discurrir de la
temática ligada a ellos. Salir de ese discurso y sus contradicciones es lo que llamamos,
común y acertadamente, “desenchufarnos”.
Muchísimas veces, sin embargo, no sabemos cómo cortar la corriente. No sirve,
desde ya, tomarse uno o dos whiskys; lo que más lograremos con ellos es
predisponernos al estallido cuando esa cháchara interior que traemos de afuera se
superponga a lo que nos propone nuestro hogar.
Una doble cadena de problemas nos divide, y el alcohol, al quitarnos lucidez,
nos irrita. Se supone que bebemos “para olvidar las penas”, incluso ésas, mínimas, de la
cotidianeidad. Pero los conflictos, aun los pequeños, no se superan haciéndolos a un
lado o corriendo ****nes a una memoria cargosa. No nos sacamos de encima las
preocupaciones utilizando (sin saberlo) los recursos que posee el aparato psíquico para
males mayores: denegar, desmentir, proyectar.
y tu como acostumbras llegar a casa???? llevas tus problemas a ella??
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