Tal vez usted se asombre por la extensión reducidísima de este título, sobre
todo si tiene usted más de sesenta años y buscaba aquí información que de alguna forma
pudiera apuntalar sus inquietudes sexuales, pero ocurre que es poco lo definitivo que
puede decirse sobre esto. Algo así como: no hay ninguna razón para no poder
mantener relaciones sexuales hasta cualquier edad. Los octogenarios que aparecen
siendo padres de rozagantes criaturas no deberían dar pábulo a las lenguas maledicientes
que ponen en duda la honestidad de las circunstanciales madres.
Mucha gente emplea despectivamente la expresión “viejo verde” para referirse a
un hombre al que se supone de edad avanzada con necesidades sexuales. Para esas
personas, si un anciano se enamora de una mujer joven, o viceversa, hay algo corrupto
en eso. Y se trata de un mito. Este es un problema cultural. Puede ser que a mucha gente
joven le moleste que una persona que tiene más edad que ellos pueda alcanzar ciertos
logros que aquellos no realizan. Habría que ver qué pasa con esa persona que se burla
cuando llegue a la edad del otro. Creer que una persona mayor no puede o no debe tener
relaciones sexuales es como pensar que no puede seguir trabajando o aportando cosas
útiles a la sociedad y a sí mismo.
Cada vez se ve gente más grande haciendo deportes o alguna tarea que antes no
se hacía “por la edad”. Es como decir que un “viejo” no puede caminar más o leer más
sólo “por la edad”. Es un mito. Y un mito prejuicioso.
La función sexual es una más. Como comer, caminar, vivir. El hombre no muere
por partes —normalmente— sino que un día muere y cesan todas sus funciones. Hay
antiguos estudios que demuestran que el hombre tiene erecciones durante el sueño, entre
los 3 y los 90 años. Sí es cierto que a medida que avanza la edad aumentan las causas de
disfunciones sexuales de tipo orgánico: trastornos vasculares, endocrinos, neurológicos,
etc. Eso no quiere decir que la persona esté terminada. Es como cuando se empieza a
ver mal: no se pasa a la ceguera. Se va al oculista, se recetan anteojos y se sigue viendo.
Lo que sí cambia es la sexualidad: tal vez a los veinte años por ver pasar una muchacha
haya una erección y a los setenta se necesite otro tipo de estímulos. El afectivo y la
dilución de la soledad, eso es lo que el “anciano” necesita.
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