EL ULTIMO TIRONCITO

Siempre puso cuidado en no levantarse con el pie izquierdo; jamás se peinó en espejos trizados ni desplegó paraguas bajo techo. Evitó siempre, a cualquier precio, pasar por debajo de escaleras o que cruzara su camino un gato negro. Además de llevar siempre consigo una pata de conejo, amén de adquirir toda clase de talismanes ponderados por pitonisas y charlatanes de ferias, nunca dejó de persignarse frente a cuanto santuario, animita o tótem se le pusiera por delante. Dicho en pocas palabras, jamás le buscó el cuesco a la breva. Por lo tanto, y visto lo anterior, a estas alturas ya tiene muy claro que si al próximo tironcito no se le abre el maldito paracaídas será, lisa y llanamente, pura mala cueva.

H.R.L.