La mía creo que sería cuando era bien cabro, que supongo le ha pasado alguna vez a todo hombre joven. Llevaba varios días de abstinencia con mi polola, tuvimos la oportunidad, le dimo, me agité dos veces y plafff... no me dio ni vergüenza ni me sentí menoscabado en mi masculinidad porque no era habitual y hasta Tomás González de repente se puede caer del caballete en un salto, pero igual no me hizo gracia. Sobre todo porque ella me dijo "¿¡YA!?". Después fue comprensiva pero esa exclamación le salió del alma jajaja.
Saludos!
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