Pero es que el kamikaseo también tiene su encanto, y por kamikase entiendo no ir a un café donde las minas culean delante de la barra, si no que donde uno no sabe que puede pasar. Esa es la gracias, se falla mucho y a veces se achunta. Es como ir a revolver los canastos de libros usados en San Diego; entre novelitas rosa y otras pelotudeces, se encuentran a veces joyitas. Lo malo es que es un deporte caro.

Saludos!