Era mi medio dÃ*a libre y lo habÃ*a elegido a propósito: el cuarto dÃ*a de la segunda semana del último mes del año.
BebÃ* el último sorbo de café, pelé una naranja y gajo tras gajo me la comÃ*.
Luego cerré los ojos y descanse. Y descansé hasta que una brisa fresca y silente me estremeció.
HabÃ*as llegado y yo lo sabÃ*a. Y yo lo sabÃ*a porque ese tibio y delicado aroma de tu piel envolvÃ*a de nuevo todo el lugar. Y también lo sabÃ*a porque todos mis sentidos se volvÃ*an a perturbar.
El aroma de tu cuerpo, el mismo que dibujaste en forma de estela cuando abandonaste el cuarto la noche anterior, era al fin y al cabo el único pretexto que podÃ*a sacarme de aquel estado, medio ensimismado y meditabundo, que a veces me consumÃ*a y que no me deja saber, a ciencia cierta, si estaba en otro lado o aquÃ*, tirado sobre la cama, pero al revés, con los brazos y pies bien abiertos, y mirando con pasmosa desidia aquella mancha informe que resaltaba en el mal pintado techo de la habitación.
Tu entrada sigilosa y el misterio que la acompañaba hubieran abrumado a cualquiera, en cambio a mi, sólo conseguÃ*an intrigarme y, esta vez, como nunca.
Entonces, volvÃ* a cerrar los ojos y el silencio se hizo tan elocuente que pude sentir como tus dos pequeños pies desnudos se acercaban sin prisa hasta la cama.
Bajaste primero una mano, la derecha, y ésta cayó justo a escasos centÃ*metros de mi sien derecha, luego bajaste la otra, la izquierda, y la depositaste con la misma delicadeza pero ahora justo al lado de mi sien izquierda. Hiciste una pausa que pareció casi eterna hasta que las puntas de tu cabello comenzaron a acariciar mi rostro. Tu cabello no hacÃ*a más que presagiar la proximidad de tus labios y un aroma a fruta fresca que no podÃ*a distinguir y que empezaba a desconcertarme. En ese momento buscaste mis labios y me besaste. Y me besaste con tal delicadeza, que fui incapaz de advertir el momento exacto en que depositaste una frutilla entera en mi boca. Luego mordiste mi labio inferior y con delicadeza me susurraste: hoy me vestÃ* de frutilla para tÃ*, pero un aliento perturbador a café y naranjas me desnudó. Ahora tengo frÃ*o y necesito algo de calor.