Los efectos del etanol, hacían de mi caminar algo dificultoso. El absurdo intento de mantener la compostura, más delataba las tres whiscolas del almuerzo. Para contrarrestar, fui por mis sopaipas diarias… Solo faltaba de fondo “Tarjetita de Invitación” y ahí mismo aplicaba “su tírate un paso” con la Tía de las frituras. Ya más compuestito, caminé por San Martín con la ineludible compañía de las palomas y un quiltrito… ¡Si parecía Blanco Nieves!
La calle se hace angosta. Basta con abrir la puerta del Café Ángel para interrumpir el tránsito peatonal. El lugar no es feo, barras perimetrales y también al centro. Iluminación excesiva, que al menos no provoca imágenes en negativo sobre la retina. El salón es amplio y cómodo. La cafetería es grande, y hasta tiene un expositor de Bilz y Pap.
Un solo califa delgado y solitario, disfruta de una Sprite. Una mujer madura, senos gloriosos, morena, rasgos peculiares y bellos; me pregunta a la distancia lo que deseo tomar. Un expreso, le grito. Cuándo se da la vuelta, observo su línea vertebral interminable, cuyo colofón es un bamboleante y firme trasero moreno. Mientras camina, da la impresión de que cada nalga quiere tomar la posición de la otra… Hermoso paisaje.
Cuándo ella vuelve, como buen califa, trataba de mirarle las tetas… Pero sus ojos penetrantes imantaron mis pupilas. Me sirve el cafecito (reguleque), y me pregunta si deseo compañía… Aquí estamos mal pensé… Esa pregunta es señal de tragamonedas.
Por cortesía, le pregunté el valor de su consumo… $ 4.000 me dice… ¿Con derecho a qué?, pregunto… A conversar y nada más, me dice. Le dije que no; se notaba que era “cortante”. Generalmente no reporto estas experiencias, pero lo que aconteció, fue bueno.
Me quedé un rato, para ver si el otro comensal invitaba a la chica. Como eso no pasó, la bella mujer entró a la cafetería y salió a los 15 minutos, discutiendo algo con una compañera que nunca mostró la cara. Según los espejos, era una negrita linda. Cuándo salió, me dijo: ¿Me puedes colocar un poco de crema?... ¡Esta odiosa no me quiso ayudar!... Bueno le dije… Chucha cabros, que manera de pasarme rollos… le dediqué varios minutos a su espalda, de vez en cuándo paseaba por sus hombros y brazos… Soñaba con que me diría: ahora en mis nalgas… Como aquello no ocurrió, me tomé tal derecho.
Al principio fue esquiva, pero después me dejó amasar con confianza su hermoso culo. Lo que no sabía, era que mientras ella recibía mis caricias, yo imaginaba que la crema era… shiaaaaaaaaaaaaaa.
Esto duró hasta que se acabó la poca crema que quedaba.
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