En un café extinto en la Galería de los peluqueros, estaba con mi damisela, dueña de una impresionante champa de pelos, en medio de lo mejor. Había otra, a piernas abiertas, sentada en la barra echándose aire a su pussy sin colaless con un ventilador. Me ofrece que le limpie la alfombra y antes que siquiera pensara en la idea, un parroquiano ya mayor le entra a su pussy con toda la lengua. Estuvo así un buen rato, tanto que yo franeleaba de lo lindo a mi dama y me fui y el viejo seguía firme con la mina a piernas abiertas.