Fútbol
Miércoles 09 de Febrero de 2011
EDGARDO MARIN
El Mercurio
Paralelos
Ocurrió en alguna tarde de derrota de la Católica en los tiempos de Moreno, Infante, Prieto, Monestés.... Ofuscado, Fernando Riera exigía prisa para todo en el vestuario. "¡La toalla, Humberto!" "¡El jabón, Humberto!" "¡Quiubo, Humberto!" Hasta que Enrique Molina, el joven utilero, le aclaró: "Disculpe, don Fernando, pero yo no me llamo Humberto". Riera, que tuvo mal genio de nacimiento, replicó: "Tú te llamas Humberto y se acabó".
Usted conoce el resto de la historia. Hasta su muerte, el noble utilero de la UC y de la Selección fue conocido como "Humberto". Incluso en las nóminas oficiales.
Ahora, sancionado ya el alejamiento de Marcelo Bielsa y cuando tenemos que citarlo en tiempo pasado, seguramente su fiel asistente, Gabriel Aravena, seguirá siendo conocido como "Cachureo". Así lo bautizó el rosarino.
¡Qué tipos parecidos Riera y Bielsa! Protagonizaron ciclos de similar alcance al frente de la Roja. De 1957 a 1962 y de 2007 a 2011. Un Mundial para cada uno. Parecidos en carácter. Obsesivos ambos, estudiosos, observadores de detalles que a la mayoría se le escapan. Ambos de relación mínima con la prensa, cuando no nula. Admiradores del fútbol bien jugado, de la pulcritud y la limpieza. Los dos llegaron después de fuertes casos de indisciplina y encontraron terreno propicio para tomar medidas al respecto. Debieron levantar a la Selección del suelo. Humillada y desacreditada.
Y, por sobre todo, amigos del profesionalismo. Maestros en el trabajo de enseñar a todos, empezando por los jugadores, que el fútbol profesional es... profesional. Que el trabajo en la cancha es una actividad digna y que esa dignidad tiene que manifestarse en todo lugar y en todo momento. La pachanga no es para el futbolista profesional. Ni después del partido ni antes. Se trata de personas dignas que juegan profesionalmente al fútbol.
Es decir, dos técnicos indicados para fracasar en nuestro medio -tan proclive a celebrar a los pícaros por sobre los eficientes-, que terminaron sin embargo en andas de un público que los quiso profundamente. ¿Por qué? Porque se apreció su convicción, su capacidad de trabajo, porque tuvieron una directiva que los apoyó contra viento y marea, porque finalmente ganaron en la cancha.
Durante todo el proceso de Bielsa estuvimos recordando sus paralelos con Riera. Hoy, cuando el rosarino ya se fue (y cuando algunos ya se permiten decir frescamente que "no aportó nada"), quisiéramos que los paralelos terminen. Porque los ideales y los procedimientos de Riera, como usted sabe, se dejaron de practicar muy pronto.
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