EL CIRCO, Pies descalzos…Los prejuicios ante la apariencia de alguna persona, son sin lugar a dudas; uno de los males innatos de nuestra sociedad; miles de veces me ha tocado presenciar conductas estúpidas…producto de la segregación, y en muchas de esas oportunidades me ha envuelto la impotencia, sobre todo cuando la discriminación viene de algún representante del poder del estado…ya sea de la policía, personal de hospitales, juzgados, etc.
…quién mas que yo podría hablar de estos hechos, yo que viví un episodio que marcó mi manera de pensar…sobre lo que es y lo que aparenta ser, sobre el respeto y la mofa…

Fines del mes de agosto, y nuestra población se convulsiona, grandes camiones se estacionan en lo que era nuestra única y preciada cancha de futbol, era un terreno te tierra, emparejado y arreglado por los mismos vecinos, tenía dos arcos hecho con palos de pino pintados de blanco, creo que uno era un poco mas grande que el otro, pero no importaba; era nuestra cancha…
…a nadie le afectó que esos camiones se estacionaran allí, pues eran el transporte del Frankfort, un circo de población que cada cierto tiempo llegaba a alegrar nuestras tardes de marginalidad…era increíble como desmontaban y armaban la carpa…nosotros con los amigos del barrio, observando aquella particular labor, fascinados por la pericia de los trabajadores, que tan sólo en un día tenían la carpa elevada…luego a mirar embobados los pocos animales salvajes que tenía el circo, encerrados en jaulas sobre unos remolques; eran dos leones, unos cuantos chimpancés…y otros monos mas pequeños cuyo nombre no sabía…
No recuerdo como, pero todos los niños del barrio fuimos a ver una función…era genial; los payasos, los trapecistas, malabaristas, y por supuesto el domador de los grandes leones…mi fascinación radicaba en pensar como pueden existir animales tan grandes…
…era indiscutible que la conversación de la semana entre amigos, en las tardes de ocio, era sobre el circo, y nada nos apartaba del embrujo de aquel espectáculo circense que presenciamos…

En aquellos días nuestro pasatiempo favorito, en las tardes y luego de llegar del colegio, era ir a jugar a la pelota a nuestra cancha de tierra… obviamente la carpa instalada en ella, nos había reformado la rutina, por lo que la mayoría de los muchachos optó por las visitas al circo y dar de comer a los monos, observándolos, y así pasaban las tardes…
…yo, por mi parte me entretenía viendo dibujos animados en la gran tele de mi casa, una Westinghouse de 24 pulgadas con caja de madera…los Picapiedra, centella; uno de los primeros dibujos japoneses…y otros que no recuerdo ahora…
…llegando de la escuela me gustaba andar descalzo, como a casi la mayoría de los niños del barrio, el clima templado de la ciudad lo permitía, además era cómodo…

En una de esas tardes…el conejo, uno de mis amigos, me fue a buscar a casa, muy fervoroso me dijo que tenía algunas frutas muy maduras, y que lo acompañara a dárselas a los monos del circo… inmediatamente le dije que si, que me esperara, pues aún tenía la ropa del colegio puesta...dijo que me apurara y se fue corriendo rumbo a la carpa…presurosamente me saqué la ropa, poniéndome un pantalón corto y una polera manga corta…evidentemente…sin zapatos…
…velozmente llegué a la entrada del circo, el pórtico principal estaba abierto…y para mi asombro…observé el ensayo de los artistas, trapecistas y malabaristas probando sus rutinas…luego advertí al conejo con una bolsita parado al costado del círculo central, supuse que en la bolsita llevaba las frutas; estaba asombrado mirando el espectáculo… enfilé rumbo hacia él…cuando depronto escucho una voz alta y fuerte que decía: “Oye…Mocoso si querí ver, tení que pagar”…era una de las malabaristas, dirigiéndose al Conejo…eso me detuvo inmediatamente; y mi amigo estaba tan fascinado mirando los trapecistas, que no se dio por aludido…a eso siguió la mujer enojada con voz mas alta diciéndole: ¡ya paisano retírate de aquí huevón!...el Conejo reaccionó, la miró, no dijo nada, caminó hacia mi…yo estaba callado y algo asustado por la situación…en eso, otro de los malabaristas remata diciendo: “ya váyanse el parcito de gitanos…llévense los piojos a otro lado”…salimos de aquel lugar con mi amigo, nos quedamos sentados en la esquina, sin hablar por algunos minutos…para romper la silenciosa pena, me ofrece una fruta…le digo: “no dijiste que estaban muy maduras”…no si están buenas, si hasta las lavé, respondió…abre la bolsa y me pasa un par de mangos, que estaban dulces y jugosos…pensabas darle esto a los monos, le dije…es que quería ver si los monicacos se comían el cuesco también, responde el Conejo…
Así nos acabamos toda la bolsa de mangos, eran como 2 kilos, que el conejo había sacado furtivamente de su casa…no hablamos de lo ocurrido; luego nos fuimos a mi casa a ver las caricaturas en la tele…