Sasha y Morka y todas las niñas que se encontraban en la cocina, se acurrucaron en el rincón de la estufa, tras las espaldas de Nikolai, y desde allí sentían los gritos en silencio y despavoridas.Oían palpitar sus corazones. Cuando en una familia hay un enfermo ya sin esperanzas de sanar y que tarda en morirse, a veces se suceden momentos penosos en que todos los allegados desean en el fondo de su alma que muera.

Anton Chéjov