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Resultados 1 al 4 de 4
  1. #1
    Perdurito Administrador
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    Dec 2009
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    En castillos caminantes...
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    Predeterminado Gonzalo Rojas...

    El poeta chileno más relevante con vida, junto a Don Nica. Verdadera estrella de la primera división de la poesía mundial.

    Premio Nacional de Poesía, Premio Reina Sofia, Premio Cervantes, entre otros.

    UN hombre simple, silvestre y tremendamente iluminado.

    Yo, menos que el último pelo de la cola de su perro más despreciable, desde esta humilde trinchera le dedico sus propias letras

    Contra la Muerte

    Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
    No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
    Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
    a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
    a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

    No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
    en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
    la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
    con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

    ¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
    a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
    con volar más allá del infinito
    si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
    fuera del tiempo oscuro?

    Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
    Pero respiro, y como, y hasta duermo
    pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
    de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.

    No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
    pero no puedo ver cajones y cajones
    pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
    llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
    todavía caliente la sangre en los cajones.

    Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
    la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
    de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
    porque yo mismo soy una cabeza inútil
    lista para cortar, pero no entender qué es eso
    de esperar otro mundo de este mundo.

    Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
    de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
    que me devora, el hambre de vivir como el sol
    en la gracia del aire, eternamente.


    El Fornicio

    Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones, te turbulentamente besara,
    mi vergonzosa, en esos muslos
    de individua blanca, tocara esos pies
    para otro vuelo más aire que ese aire
    felino de tu fragancia, te dijera española
    mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
    nórdica boreal, espuma
    de la diáspora del Génesis, ¿qué más
    te dijera por dentro?
    ¿griega,
    mi egipcia, romana
    por el mármol?
    ¿fenicia,
    cartaginesa, o loca, locamente andaluza
    en el arco de morir
    con todos los pétalos abiertos,
    tensa
    la cítara de Dios, en la danza
    del fornicio?

    Te oyera aullar,
    te fuera mordiendo hasta las últimas
    amapolas, mi posesa, te todavía
    enloqueciera allí, en el frescor
    ciego, te nadara
    en la inmensidad
    insaciable de la lascivia,
    riera
    frenético el frenesí con tus dientes, me
    arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
    de otra pureza, oyera cantar a las esferas
    estallantes como Pitágoras, te
    lamiera,
    te olfateara como el león
    a su leona,
    parara el sol,
    fálicamente mía,
    ¡te amara!


    La Loba

    Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
    figura de muchacha, con tu pelo
    torrencial, y el sonido
    de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
    de la tristeza. El mundo
    se me empezó a morir como un niño en la noche,
    y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
    ciego, terrestre, oscuro,
    con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
    sacándome los ojos por haberte mirado.

    Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
    segura, perfumada,
    porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
    salía por tu boca como vertiente pura
    de marfil, y bailabas
    con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
    del día, otra muchacha
    que salía de ti, como otra maravilla
    de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
    porque estábamos lejos, y decías
    que me amabas.

    Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
    en un vuelo sin fin las tempestades,
    pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
    todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
    solos, definitivos, completamente solos.

    Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
    del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
    Quiero seguirte viendo muchos años, venir
    impalpable, profunda,
    girante, así, perfecta, con tu negro vestido
    y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
    y esa cintura.

    Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
    o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
    con éste que ahora te habla de vivir para siempre
    tú subirás al sol, tú volverás
    con él y no con otro, una tarde de junio,
    cada trescientos años, a la orilla del mar,
    eterna, eternamente con él y no con otro.


    Las Hermosas

    Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la piel a los vestidos,
    turgentes, desafiantes, rápida la marea,
    pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos tacones
    y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,
    y echan su aroma duro verdemente.

    Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas
    ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
    del hombre, y algo más que el calor centelleante,
    algo más, algo más que estas ramas flexibles
    que saben lo que saben como sabe la tierra.

    Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
    de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
    de las calles veloces. Hembras, hembras
    en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos
    para sacar apenas el beso de la espuma.
    Atentamente

    Rz


  2. #2
    Aprendíz
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    Predeterminado

    Rodrigo, gracias por recordar las palabras de uno de los grandes de Chile... Olvidado, no valorado por su s conciudadanos...

    Cuantos libros tenemos en casa, cuanto leemos??? Chile pais de poeta... Chile pais de pobreza intelectual..

  3. #3
    Perdurito Administrador
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    En castillos caminantes...
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    Predeterminado

    Yo trotamundo, tengo casi todo lo de Don Gonzalo, como de muchos más, soy chileno y me encantaría ser poeta... me alcanzó para geólogo no más... Bien quienes caminen su camino como les parezca, sean de donde sean y vayan donde vayan...

    Ayer con rabia, hoy con pena... dejo que la armonía sublime de la muerte, actúe en su calma más eterna.
    Atentamente

    Rz


  4. #4
    Santero
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    Predeterminado

    El sol y la muerte

    Como el ciego que llora contra un sol implacable,
    me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
    quemados para siempre.

    ¿De qué me sirve el rayo
    que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
    si he perdido mis ojos?

    ¿De qué me sirve el mundo?

    ¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
    y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
    a palpar los placeres en la sombra,
    a morder en los pechos y en los labios
    las formas de la muerte?

    Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
    al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
    y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
    de aquel monstruoso parto.

    Hay dos lenguas adentro de mi boca,
    hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
    dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
    dos esqueletos luchan por ser una columna.

    No tengo otra palabra que mi boca
    para hablar de mí mismo,
    mi lengua tartamuda
    que nombra la mitad de mis visiones
    bajo la lucidez
    de mi propia tortura, como el ciego que llora
    contra un sol implacable.


    Santero... Ex marine... Vividor

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